Las emociones en la infertilidad
Publicado el 13/09/2021
Las personas que se someten a un tratamiento de fertilidad experimentan una gran variedad de emociones que pueden pasar de ser positivas a negativas de una manera abrupta en un corto periodo de tiempo. Desde que se acude a la consulta del ginecólogo habitual, tras un tiempo intentando conseguir el embarazo sin éxito, hasta que se comienza un tratamiento de fertilidad, son frecuentes emociones relacionadas con la desesperación, la percepción de imposibilidad de lograr el objetivo tan anhelado, la frustración o el desasosiego, entre otras.
De la desesperación a la esperanza
A menos que se disponga de amistades o de alguna persona de nuestro entorno que haya pasado por un tratamiento de fertilidad, generalmente se desconoce el alcance que estos procesos pueden tener. Así, tras la recomendación del ginecólogo para acudir a un centro de reproducción asistida, surge la esperanza, la posibilidad de encontrar una solución al problema. Sin embargo, también aparecen el miedo, la culpa, la ansiedad, la confusión, la ilusión y la tristeza ante el diagnóstico de infertilidad. Estas emociones irán variando de un modo que en ocasiones puede llegar a asustar a quien decide realizar un tratamiento de fertilidad, pero nunca hay que olvidar que son reacciones normales ante una situación desconocida, de las que se aprende y, por tanto, resultan adaptativas. Sólo cuando el malestar perjudica a la persona y se vuelve desadaptativo, se trata de un estrés nocivo que es necesario identificar para controlarlo.
Emociones sin control
Es destacable la falta de control que se puede llegar a experimentar, y que suele ser la principal causa de un estado de ánimo bajo tras uno o varios intentos fallidos, sobre todo cuando se han seguido todas las instrucciones de los especialistas de manera exhaustiva. Pero es importante recordar que no se puede alcanzar un control absoluto por parte de los pacientes en lo que a resultados se refiere y que la incertidumbre nos acompañará prácticamente a lo largo de todo el proceso, sobretodo en casi un 25% casos en los que las causas de la infertilidad son desconocidas.
Por otro lado, en algunas fases del tratamiento se tiende a experimentar una sensación de control más elevada que la real cuando las expectativas que nos habíamos creado son también elevadas. La frustración que un resultado negativo puede entonces generar es mayor, apareciendo la tristeza y percibiendo que se haga lo que se haga no se consigue el resultado deseado (“indefensión aprendida”).
La culpa, el peor aliado en la infertilidad
Uno de los peores aliados es la culpabilidad. Con frecuencia se busca una causa que justifique qué ha podido ocasionar ese problema de infertilidad, con el fin de dar un sentido a la situación (falsa sensación de control) y por tanto poder asumirla. Pero este “sentido” no debe ser destructivo para uno mismo ni para la pareja, puesto que no nos servirá para solucionar el problema y sólo conseguiremos aumentar nuestro malestar y buscar culpables en vez de actuar como un equipo para solucionarlo.
Cabe destacar que la mayoría de los estudios realizados hasta la fecha revelan que entre el 25 y el 65% de los pacientes que asisten a clínicas de reproducción asistida presentan síntomas clínicamente significativos en ansiedad, aumentando en función del fracaso. Entre los grupos de riesgo a la hora de desarrollar un mayor malestar se encuentran personas que necesitan la donación de gametos, en las que aparecen con frecuencia síntomas similares al duelo (el shock, el enfado, la negación, la desesperanza y por último la aceptación).
Consejos que te pueden ayudar
Ante el malestar que con frecuencia puede llegar a presentarse, los siguientes consejos pueden ser de ayuda:
- Tener la posibilidad de acudir a un especialista que nos ayude a identificar estos pensamientos negativos para poder incidir sobre ellos de un modo más sano. El trabajo psicológico tiende a ofrecer información sobre aquellos aspectos que sí podemos controlar y fortalecer.
- Crearse expectativas reales y buscar un espacio para posibles alternativas para aumentar la sensación de control ante cualquier cambio que pueda surgir y así, percibir que tenemos más herramientas para hacer frente a las posibles situaciones futuras.
- Compartir esta iniciativa con personas que puedan aportar un apoyo emocional cuando sea necesario y evitar emitir explicaciones a un elevado número de personas ya que en ocasiones, lo que hace es mantener el problema en nuestra cabeza por más tiempo y en más situaciones.
- No descuidar la relación de pareja a la hora de afrontar cambios relacionados con el tratamiento, pues pueden ser cambios positivos cuando se dan en la misma dirección para ambos, pero también negativos si se dan en direcciones contrarias, y los miembros de la pareja toman soluciones por separado.
- Es importante recalcar que tampoco debemos presionarnos con “estar tranquilos”, “relajarse” y estar “preparado” para realizar un tratamiento, porque lo que hacemos es precisamente pensar en él y estresarnos aún más intentando asumir un control emocional sin sentido.